Venezuela y Libia: Dos caras de una misma moneda.
Por: Dr. Álvaro F. Albornoz P.
Doctor en Derecho Constitucional
De acuerdo a unas declaraciones dadas por Cherif Bassiuni, presidente de una comisión de investigación de la ONU, las cuales fueron publicadas el 9 de junio de 2011, los crímenes perpetrados por el régimen de Muamar el Gaddafi, desde el inicio de la rebelión en Libia, ocurren desde hace décadas, a pesar de lo cual la comunidad internacional le confirió legitimidad para mantenerse en el poder.
Bassiuni declaró en rueda de prensa que “En Libia hay un régimen represivo y dictatorial desde hace 40 años y las prácticas de ejecuciones, desapariciones y secuestros que estamos viendo ahora vienen del pasado”.
Asimismo, el comisionado sostuvo que el Gobierno de Gaddafi compró su respetabilidad internacional “porque tenía los recursos para hacerlo” y opinó que la comunidad mundial “tiene una responsabilidad al haberle dado credibilidad por intereses estratégicos y económicos”.
El comisionado Bassiuni ha revelado una verdad del tamaño de un templo y que se repite con otros países donde también se vulneran los derechos humanos como en Libia. Es lamentable y sorprendente a la vez, observar como la comunidad internacional le da legitimidad y reconocimiento a regímenes dictatoriales y oprobiosos que no respetan las normas más elementales de la democracia y el Estado de Derecho, solo por intereses económicos y ventajas pecuniarias que puedan obtener de esos gobiernos inmorales.
Lo que quiso decir Bassiuni es que si el país donde existe una dictadura o un régimen autoritario y violador de derechos humanos tiene recursos económicos y dinero suficiente para comprar su reconocimiento internacional y la tolerancia del resto de los Estados; entonces esta comunidad internacional y los organismos internacionales se hacen “de la vista gorda” o “se hacen los locos” para no denunciar lo que en ese país, sometido a una dictadura, sucede.
Es decir, que el dictador sanguinario Gaddafi compró con el petróleo de Libia, por muchos años, el respeto de la comunidad internacional y el silencio cómplice ante los desmanes y vulneraciones a derechos fundamentales que ahí se cometían. Ningún Estado se interesó nunca por lo que sucedía en Libia, ni nunca denunciaron los graves atentados a la democracia y a la dignidad humana que ahí ocurrían. Tuvo que rebelarse el pueblo oprimido para que, ante la masacre del dictador, la comunidad internacional reaccionara y tomara cartas en el asunto, después de más de 40 años de represión y saqueo al tesoro nacional de Libia.
Ahora la ONU y demás organismos internacionales si ven y catalogan a Gaddafi como un dictador asesino de su pueblo; pero cuando se aprovechaban y beneficiaban del petróleo y riquezas de Libia y hacían negocios con Gaddafi, guardaban un escandaloso y sórdido silencio.
Este panorama en Libia nos sirve para hacer analogías con lo que sucede por nuestro continente americano, debido a que aquí se repite la misma historia con personajes diferentes.
En Venezuela existe un régimen autoritario cleptocrático que permanece en el poder desde hace doce largos años a través de elecciones fraudulentas y la represión y persecución a la disidencia política.
Este régimen conducido por el Teniente Coronel Hugo Chávez viola sistemáticamente la Constitución del país y vulnera los derechos más sagrados de los venezolanos con el fin de instaurar un Estado comunista donde solo él gobierne y donde todo el poder absoluto esté concentrado en sus manos.
Es un gobierno que encarcela a quienes piensen distinto y a quienes critiquen sus desmanes; es un gobierno que destruyó el aparato productivo del país y que acabó con la industria petrolera y con las empresas básicas de Guayana. Un gobierno que durante su ejercicio ha aumentado exponencialmente la inseguridad en toda la nación, habiéndose contabilizado más de 160.000 muertos producto de la violencia generalizada. Es un gobierno que ha generado desabastecimiento de alimentos básicos y que ha producido el colapso de los servicios públicos primarios como el de electricidad, al punto de que hoy en día casi todo el territorio nacional sufre de prolongados apagones de luz a diario.
Es un régimen represivo que no tolera las protestas pacíficas que se reproducen por todo el país. Es un régimen donde la corrupción es el modus vivendi generalizado en toda la estructura gubernamental. Un régimen que dicta leyes inconstitucionales y normas aberrantes desde el punto de vista jurídico. Es un régimen donde no existe separación de poderes y por el contrario todos los poderes públicos obedecen ciegamente las órdenes del Ejecutivo Nacional.
Es un gobierno que utiliza una lista de segregación política denominada “Lista Tascón” para excluir a millones de venezolanos que pidieron el referendo revocatorio del mandato de Chávez, de cualquier beneficio o prebenda estatal. Un gobierno, cuya policía tortura a los reclusos en los centros de detención y un gobierno que no le rinde cuentas a nadie y que maneja el presupuesto nacional como si fuera su hacienda personal. Por si fuera poco, es el único país integrante de la OEA que no permite la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que pueda constatar la situación de los Derechos Fundamentales en Venezuela.
Además, es un régimen que de acuerdo a graves denuncias que se han hecho, aparece involucrado con grupos terroristas del mundo y con el narcotráfico internacional; y por si fuera poco, un régimen admirador y amigo de las dictaduras más ignominiosas del mundo, como las de Cuba, Corea del Norte, Bielorrusia, Zimbabue, Irán, Siria, Sudán, entre otras.
Sin embargo, gracias al petróleo venezolano y a los millonarios recursos con que cuenta el país, ha logrado comprar el reconocimiento y silencio cómplice de la comunidad internacional, tal como lo hizo Libia.
La única diferencia entre Chávez y Gaddafi, es que el venezolano tiene un plan hegemónico internacional con el cual se ha apoderado del gobierno de varios países a los que maneja como títeres y les impone su receta para perpetuarse en el poder.
Son muchos los países que se benefician con nuestro petróleo y con los generosos obsequios en dólares que le hace el Teniente Coronel Hugo Chávez, a costa de las penurias por las que atraviesa Venezuela. Mientras Chávez regala miles de millones de dólares a otros países, los damnificados venezolanos no tienen viviendas, no hay luz en el país, no se consiguen los más importantes alimentos, no hay dólares para los importadores y viajeros, las autopistas y carreteras se caen a pedazos, los hospitales no tienen los insumos necesarios, las escuelas públicas no están aptas para albergar a estudiantes, la delincuencia desatada enluta a miles de hogares venezolanos y el país en general muestra los peores índices económicos del mundo.
Ante este aterrador panorama, a la comunidad internacional, la ONU y la OEA, no les importa en lo más mínimo el drama que vive el pueblo venezolano, sino que sólo se preocupan por beneficiarse de nuestro dinero y de nuestro petróleo, como lo hicieron con Libia. Mientras Chávez haga negocios millonarios con ellos y los provea del oro negro, nadie denunciará las graves violaciones de derechos humanos que ocurren en Venezuela ni la falta de democracia; ni mucho menos tomarán medidas.
Tendrá entonces que ocurrir un levantamiento popular como sucedió en Libia, y que ante la masacre que seguramente acontecerá, los demás países reaccionen y tomen las medidas que debieron tomar hace años atrás.
Es triste y lamentable que la comunidad internacional se maneje bajo la óptica de sus intereses económicos y no bajo la óptica de los intereses y aspiraciones democráticas de los pueblos.
Por eso, podemos afirmar que los casos de Venezuela y Libia son dos caras de una misma moneda, ambos culpa de la comunidad internacional.