domingo, 27 de junio de 2021

HILDA CALDERA Y EL ARTICULO 198 DE LA CONSTITUCION DE HONDURAS

En el proceso electoral que se avecina en Honduras, para elegir presidente, diputados y alcaldes, pudimos observar que el Partido Demócrata Cristiano postuló a la socióloga Hilda Caldera, viuda de Alfredo Landaverde, como candidata a diputada por el Departamento de Francisco Morazán. Sin embargo, la autoridad electoral rechazó la candidatura debido a que el artículo 198 numeral 1° de la Constitución de la República establece que para ser diputado del Congreso Nacional se requiere ser hondureño por nacimiento. Hilda Caldera es hondureña por naturalización, originaria de Venezuela y con más de 30 años de residencia en Honduras. Por esta razón no fue aceptada su candidatura por el ente electoral. Este incidente, da pie para que se debata en Honduras sobre la necesidad de reforma de dicho artículo constitucional, ya que es una norma retrógrada que no se ajusta a los nuevos estándares internacionales y al mundo globalizado en el que vivimos; a la vez que vulnera los derechos de los naturalizados, convirtiéndolos en ciudadanos de segunda categoría con derechos políticos limitados, cosa que no sucede en muchos países del mundo. Cuando un extranjero decide obtener una naturalización es porque quiere disfrutar de los mismos derechos que tienen los originarios de ese país, sin limitaciones. Quiere contribuir en el desarrollo de la Nación desde cualquier ámbito y por eso generalmente se le dan los derechos de elegir y ser elegidos para que puedan insertarse en la sociedad desde el ámbito político y poder aportar sus ideas, conocimientos y capacidades en el engrandecimiento del país. Un naturalizado tiene otras ideas diferentes que pueden ser de mucha utilidad, trae experiencias de otras instituciones y sistemas jurídicos que pueden ser enriquecedoras para el nuevo país de adopción. Esa discriminación que consagra el artículo 198 se contradice con el principio de igualdad que establece el artículo 60 constitucional, y el derecho que tiene todo ciudadano de elegir y ser electo y optar a cargos públicos que estipula el artículo 37 de la Carta Magna en sus numerales 1 y 2; consagrando una reprochable distinción entre hondureños por nacimiento y hondureños por naturalización. Para que un país pueda progresar se necesita del concurso y aporte de todos sus ciudadanos y los naturalizados pueden aportar muchas cosas interesantes y nuevas que ayudarán a impulsar los cambios que tanto necesita un país. El Parlamento de un Estado es la casa del pueblo, es el órgano donde están representados todos los sectores de una sociedad y los naturalizados son una parte de esa sociedad y si ellos no pueden tener representación, entonces ese parlamento no representa a la totalidad de la Nación y no estaría siendo verdaderamente democrático. Ante tal situación, la Corte Suprema de Justicia, en su Sala Constitucional, pudiera expulsar de la Constitución ese discriminatorio requisito para ser diputado, basado en los mismos argumentos mutatis mutandis que utilizó para expulsar de nuestro ordenamiento jurídico las normas que prohibían la reelección del Presidente de la República o también, el Congreso Nacional pudiera reformar el artículo 198 y eliminar las palabras “por nacimiento”, para que así los naturalizados también puedan postularse a Diputados y desde el Congreso Nacional puedan aportar todos sus conocimientos y capacidades en el engrandecimiento del país, lo cual puede ser de mucho beneficio. Numerosos Estados, permiten en sus Constituciones, a los nacionales por naturalización, ser diputados y hasta senadores en sus respectivos parlamentos. Por solo mencionar a algunos países, los Estados Unidos de América, Canadá, Alemania, Francia, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela, autorizan a los naturalizados a postularse como candidatos a sus respectivos Congresos y poder servir a plenitud a sus nuevas patrias, sin limitaciones. No es cónsono con un sistema democrático basado en la igualdad de derechos, que a un naturalizado solo se le permita elegir, pero no ser elegido. Esto debe cambiar en Honduras y debe ser objeto de debates en el Congreso Nacional, para que se les permita a personas como Hilda Caldera ser diputadas de esta gran Nación, que necesita del concurso de todos. En Honduras hay una gran cantidad de naturalizados que han aportado mucho a este país, que aman tanto o más a Honduras que algunos hondureños por nacimiento y que pueden contribuir con más contundencia desde una curul parlamentaria. En Honduras, los naturalizados no pueden ser diputados, ni secretarios de Estado, ni alcaldes, ni fiscales, ni jueces, limitándoles los derechos ciudadanos de una manera injusta. Si queremos una verdadera democracia basada en la igualdad y la justicia es momento que se reformen las normas que sean necesarias para hacer realidad esta equiparación de derechos y hacer de Honduras un país de primer mundo con garantías para todos sus ciudadanos, sean hondureños por nacimiento o por naturalización, sin discriminaciones odiosas y retrógradas, basadas en conceptos ya superados por la historia. Queda abierto el debate sobre este tema en Honduras.