INTRODUCCION
La idea de que la Unión Europea debe hablar con una sola voz en los asuntos mundiales es tan vieja como el mismo proceso de integración europea. Pero la Unión ha avanzado menos de cara a forjar una política común exterior y de seguridad a lo largo de los años que de cara a crear un mercado único y una moneda única. Los cambios geopolíticos que siguieron al colapso del comunismo y al estallido de las crisis regionales en los Balcanes y otras regiones llevaron a los Estados miembros de la Unión Europea a redoblar sus esfuerzos para hablar y actuar como una sola entidad. Está surgiendo un nuevo marco en este sentido.
Históricamente, el primer paso fue el ambicioso intento realizado en 1954 para crear una Comunidad Europea de Defensa, que fracasó en el último momento. Ello fue seguido en 1970 por el proceso conocido como la Cooperación Política Europea, con arreglo al cual los países miembros de la Unión Europea intentaron coordinar sus posiciones sobre los temas cotidianos de política exterior. Con arreglo a este proceso, los países de la Unión Europea efectuaron declaraciones conjuntas (pero sin emprender una acción conjunta) para condenar los actos de agresión y de terrorismo en todo el mundo, o para apoyar las iniciativas de las Naciones Unidas u otras iniciativas de paz. Pero en relación con los temas particularmente sensibles, o en los que los países individuales de la Unión Europea tenían intereses especiales, no se pudo disponer de una sola voz porque las decisiones tenían que ser adoptadas unánimemente.
Un nuevo impulso
En los últimos años la Unión ha renovado sus esfuerzos de cara a desempeñar un papel político y de seguridad más conforme con su potencial comercial y económico. Los conflictos regionales que estallaron después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y, más recientemente, la necesidad de combatir el terrorismo internacional, han convencido a los dirigentes de la Unión Europea de que deben crear instrumentos oficiales tanto para la diplomacia como para la intervención.
Uno de los problemas fue acordar el grado de autoridad que debía conferirse a la Unión Europea y sus instituciones por lo que respecta a las cuestiones vitales, y el grado de autoridad que debían conservar los Estados miembros. Al final, la autoridad esencial sigue correspondiendo a los Estados miembros, si bien la Comisión Europea y, en menor medida, el Parlamento Europeo, están asociados con el proceso. No obstante, la fórmula acordada sigue requiriendo que las decisiones clave se tomen por unanimidad, lo cual, si era difícil de conseguir con 15 miembros, es aún más difícil con 25.
La lección de Yugoslavia
El principio de una política exterior y de seguridad común (PESC) quedó consagrado en el Tratado de Maastricht de 1992. Pero la Unión y los Estados miembros habían tenido pocas oportunidades de aplicarlo cuando unos meses después estalló la guerra en la antigua Yugoslavia. La Unión trató sin éxito de mediar para alcanzar un acuerdo diplomático que pusiera fin a la lucha. Sin una capacidad de intervención europea, los países de la Unión Europea sólo pudieron intervenir como parte de la fuerza de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz y, posteriormente, bajo el liderazgo de Estados Unidos, como parte de una fuerza de la OTAN, tal como hicieron en Bosnia y Herzegovina, Kosovo y la antigua República Yugoslava de Macedonia.
Las lecciones extraídas de los conflictos de los Balcanes no han sido desaprovechadas. Desde entonces la Unión ha actuado tanto en el frente diplomático como en el de la seguridad.
Una diplomacia más decidida
Con objeto de incrementar su influencia diplomática y su visibilidad, la Unión ha creado el puesto de Alto Representante de Política Exterior y de Seguridad, y lo ha dotado de una estructura de apoyo de gran alcance, que incluye una unidad de elaboración de políticas para el suministro de evaluaciones y avisos tempranos sobre situaciones de crisis, un comité político y de seguridad y un comité militar. El nuevo tratado constitucional adoptado por los dirigentes de la Unión Europea en junio de 2004 eleva considerablemente el perfil diplomático de la Unión Europea al crear el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea.
La Unión Europea sigue hallándose muy presente sobre el terreno y ha enviado a representantes especiales a varias de las zonas críticas del mundo, incluidos los Grandes Lagos (África), Oriente Medio, los Balcanes y Afganistán.
Una capacidad de intervención dotada de credibilidad
Como parte de la PESC, la Unión creó también una política europea de seguridad y defensa (PESD) con la posibilidad, en caso de que así se acordara posteriormente, de crear una estructura de defensa común. En diciembre de 2003, los dirigentes de la Unión Europea adoptaron una estrategia europea de seguridad y desde entonces han llegado a un acuerdo sobre su misión básica y sus ámbitos de actuación prioritarios: la lucha contra el terrorismo, una estrategia para Oriente Medio y una política global sobre Bosnia y Herzegovina.
Para disponer de una capacidad de intervención dotada de credibilidad, la Unión Europea determinó el número de tareas que podría emprender una fuerza militar (las denominadas tareas de Petersberg), que incluían las misiones humanitarias y de salvamento, el mantenimiento de la paz, la gestión de las crisis e incluso la pacificación. Para ejecutar las tareas de Petersberg, la Unión creó una fuerza de reacción rápida, cuya potencia militar se irá desarrollando gradualmente a lo largo de varios años.
También se acordó suministrar hasta 5 000 oficiales de policía para los aspectos civiles de la gestión de las crisis.
Primeras misiones de la PESD
Antes de poner punto final a los acuerdos operativos para su fuerza de mantenimiento de la paz, la Unión Europea tuvo que acordar con la OTAN las condiciones con arreglo a las cuales la fuerza tendría acceso a los recursos de la OTAN y el modo en que deberían acordarse las misiones entre la Unión Europea y la Alianza Atlántica.
Es tal vez significativo que las dos primeras misiones hayan tenido lugar en la antigua Yugoslavia, zona en la que se produjeron anteriores frustraciones.
La primera de ellas dio comienzo el 1 de enero de 2003, cuando la misión de policía de la Unión Europea de 500 oficiales reemplazó al grupo operativo de policía internacional de las Naciones Unidas en Bosnia y Herzegovina. La misión, que permanecerá allí durante un período de tres años, está formando a los agentes de policía locales y adoptando un régimen policial sostenible conforme con las normas y la práctica europeas.
La segunda operación tuvo lugar en marzo de 2003 en Macedonia. La Unión Europea dirigió en este país una fuerza militar de 350 soldados con arreglo a la operación Concordia, para sustituir a una fuerza de la OTAN cuyo mandato había expirado. A finales de 2003 la fuerza Concordia fue sustituida por una misión de policía de la Unión Europea de 200 componentes.
Los pasos siguientes
Con la PESC y la PESD, la Unión está creando una dimensión política que se añade a su papel internacional como gran potencia comercial y económica. Pero aún queda mucho camino por recorrer antes de que la escala de esta dimensión política resulte clara. Pese a su compromiso de hacer triunfar la política exterior y de seguridad común, a los gobiernos de los Estados miembros les resulta a veces difícil cambiar su propia política nacional respecto de un país o una región particular en nombre de la solidaridad de la Unión Europea.
La dificultad de este empeño puede ejemplificarse citando las profundas divisiones existentes entre los Estados miembros en la primavera de 2003 sobre la cuestión de si el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debía autorizar la guerra dirigida por Estados Unidos contra Irak.
Aunque la Unión ha introducido la flexibilidad en los procedimientos de votación sobre las decisiones relativas a la PESC, permitiendo a los gobiernos individuales que se abstengan, o utilizando la votación por mayoría, o permitiendo a una mayoría de países actuar por sí solos, todavía se requiere la unanimidad para las decisiones que tengan implicaciones militares o de defensa.
LA DIPLOMACIA EUROPEA Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES
Samuel Huntington señaló que si la Comunidad Europea se convirtiera en una unidad política cohesionada, tendría la población, los recursos, la riqueza económica, la tecnología y el poderío militar, real y potencial, para ser la potencia preeminente del siglo XXI.
Al escribir esto en 1988, el profesor Huntington precisaba correctamente que la Unión Europea (UE) tenía la capacidad para convertirse en un actor internacional muy importante, pero se equivocaba en cuanto a las condiciones que establecía como requisitos. La UE no se ha transformado en una entidad políticamente unificada en el sentido de un protoestado-nación europeo, sino que más bien -y ello no pudo haberlo descubierto Huntington entonces- la estructura de las relaciones internacionales se ha transformado hasta crear un medio en el cual las formas de poder que ejerce la UE cobran una mayor importancia relativa.
El contexto externo cambiante dentro del cual se ha movido la UE luego de la guerra fría ha creado una situación en la que sus medios para influir en las relaciones internacionales han cobrado una mayor fuerza. El objetivo crucial de este análisis es, por lo tanto, plantear la pregunta de en dónde reside la importancia de la UE en el plano internacional a finales del siglo XX. El argumento es que los cambios en el escenario internacional en el cual opera la UE han mostrado la poca utilidad de la distinción que con frecuencia se hace entre los dos tipos de política exterior que tiene, la integradora y la intergubernamental.
1. LAS DOS POLÍTICAS EXTERIORES DE LA UNION EUROPEA
La UE ha desarrollado dos sistemas para la toma de decisiones y la ejecución de su política exterior. Por un lado se encuentran las capacidades externas de la Comunidad que están reguladas por los tratados fundadores. Estas competencias son el resultado del proceso de integración económica de los estados miembros de la UE, de la creación de una unión aduanal y de la posterior conformación un mercado único. La creación de la unión aduanal, base de la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1957, requirió la fijación de una tarifa externa y una política comercial comunes hacia terceros países. Junto con esta política económica, los estados miembros han tratado de armonizar sus políticas exteriores mediante un proceso denominado Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), establecido en el Tratado de la Unión Europea en 1993.
Los Tratados de París y los dos Tratados de Roma, fundamentos legales de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, de la Comunidad Europea de la Energía Atómica y de la CEE, respectivamente, regulan las competencias económicas externas de la Comunidad Europea. Los tratados demarcan áreas de competencia externa para las comunidades, por ejemplo una Política Comercial Común (PCC), la cual deben suscribir los miembros al ingresar en la Comunidad. En estas áreas, los estados miembros aceptan que las instituciones e instrumentos de la Comunidad se encarguen de ejecutar los poderes de competencia en su nombre y beneficio tal como se estipula en los tratados. Más adelante se abordarán las consecuencias de esta voz única de la UE en su política económica exterior.
En contraste, la PESC suele catalogarse como una política intergubernamental. Ello se debe a que este aspecto de la política exterior de la UE permanece fuera del proceso de integración formal. Los estados miembros conducen la PESC sin necesidad de valerse del papel dirigente de la Comisión Europea y sin la vigilancia o la intromisión de la Corte de justicia Europea o el Parlamento Europeo. La naturaleza intergubernamental de la PESC asegura que los estados miembros sean capaces de ejercer su derecho de veto sobre cualquier propuesta que no goce de su aprobación. Por tanto, las áreas en las cuales los estados miembros desarrollan una política exterior común son sólo aquellas en las que existe un acuerdo unánime. La PESC remplaza un intento previo, llamado Cooperación Política Europea e iniciado en 1970, de coordinar las políticas exteriores de los miembros.
El título V, artículo J del Tratado de la Unión Europea designa a la PESC como sucesora de esta política de cooperación y sitúa sus operaciones dentro de las competencias externas de la Comunidad, lo cual se traduce en un compromiso de los estados miembros para tratar de armonizar sus políticas exteriores. La PESC es una señal tanto para los estados emplazados fuera de Europa Occidental como para los propios miembros de la UE de que, una vez terminada la guerra fría, el poder económico de la Comunidad deberá traducirse en una mayor influencia política dentro del sistema internacional.
Los estados miembros han definido una serie de objetivos amplios para la PESC, entre los que destaca, según se consigna en el Tratado de la Unión Europea, "afirmar la identidad [de la Unión] en el escenario internacional". Estos objetivos se especifican en el artículo j.1.2 del Tratado como sigue:
* salvaguardar los valores comunes, los intereses fundamentales y la independencia de la Unión;
* fortalecer la seguridad de la Unión y de sus estados miembros en todo terreno;
* preservar la paz y fortalecer la seguridad internacional, de acuerdo con los principios de la Carta de Naciones Unidas, del Acta Final de Helsinki y de la Carta de París;
* promover la cooperación internacional, y
* desarrollar y consolidar la democracia, el estado de derecho y el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales
Si examinamos la actuación de la PESC entre el primero de noviembre de 1993 y el 31 de diciembre de 1996 podemos advertir con claridad que la Unión se ha atenido a sus declaraciones. La UE utiliza tales declaraciones como instrumentos reactivos para responder a cuestionamientos internacionales. Pero son quizá los silencios más que las declaraciones los que resultan de mayor interés. Las declaraciones, tanto favorables como condenatorias, son expresiones públicas del consenso entre Los Quince. Por ejemplo, el escaso número de declaraciones sobre la cuenca del Mediterráneo, a pesar de la intensidad de la violencia en Argelia durante el periodo mencionado, puede entenderse como una falta de acuerdo sustancial entre los miembros para dar una respuesta adecuada a ese respecto. De la misma forma, las acciones de las tropas rusas en Chechenia el 11 de diciembre de 1994 no generaron ninguna declaración por parte de la UE sino hasta el 18 de enero de 1995. A propósito de los acontecimientos en Chechenia, el ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, Frank Vandenbroucke, se refirió a las dificultades de la UE para lograr una respuesta única al decir que "la política exterior europea se halla obstaculizada por el requisito de unanimidad de los miembros para cada decisión".
Las otras dos vías mediante las cuales la UE puede lograr los objetivos de la PESC son las "posiciones comunes" y las "acciones conjuntas"; ambas requieren también de decisiones unánimes entre los miembros. Del primero de noviembre de 1993 al 31 de diciembre de 1995, el Consejo adoptó 19 posiciones comunes. Diez de ellas fueron embargos (Sudán, Haití y la República Federal de Yugoslavia), otras seis sirvieron para establecer objetivos y prioridades en las relaciones entre la UE y algunos países (Ruanda, Burundi, Angola, Nigeria y Ucrania) y otras dos se utilizaron para fijar criterios sobre el arrendamiento conjunto de misiones diplomáticas. En 1996 se adoptaron siete posiciones comunes para extender la vigencia de otras ya existentes (relativas a mantener el embargo de armas en la ex Yugoslavia y a restringir los movimientos de las autoridades políticas y el personal militar en Nigeria) y se añadieron otras respecto a Timor Oriental y Myanmar, así como para apoyar el fortalecimiento de la Convención sobre Armas Biológicas en la conferencia revisora.
El Consejo Europeo (las reuniones de jefes de Estado y de gobierno europeos) es el encargado de establecer las áreas para la acción conjunta mediante pautas generales que somete a consideración del Consejo de Ministros. Se han adoptado acciones conjuntas en diferentes áreas desde 1993. En ese año se llevaron a cabo cinco de ellas con diversas finalidades:
* Para el refuerzo del proceso democrático y el desarrollo de la cooperación en Europa Central y del Este mediante la promoción de un pacto de estabilidad;
* Para el uso de recursos políticos, económicos y financieros de la UE con el fin de apoyar el proceso de paz en Medio Oriente;
* Para apoyar la transición hacia una democracia pluripartidista en Sudáfrica, mediante la ayuda para preparar y monitorear las elecciones y la creación de una infraestructura de asistencia económica y social;
* Para buscar una solución al conflicto en la ex Yugoslavia mediante un proyecto de paz y acciones humanitarias; y
* Para apoyar el proceso de democratización en Rusia mediante el envío de observadores en el -Proceso electoral para el Parlamento.
En dos reuniones del Consejo Europeo celebradas en Corfú y Essen, en 1994, se añadieron otras tres áreas donde se llevarían a cabo acciones conjuntas: en la preparación de la Conferencia sobre el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de 1995 y en dos decisiones sobre el control de las exportaciones de ciertos bienes. Posteriormente, otras nueve acciones conjuntas se acordaron en 1995 -cinco de ellas relacionadas con la intervención de la UE en la ex Yugoslavia y dos más sobre un renovado apoyo al proceso de paz en Medio Oriente-. Sólo se añadió un área nueva, el combate al uso de minas antipersonales, en apoyo de la Conferencia para Revisar la Convención sobre la Prohibición o Restricción en el Uso de Ciertas Armas Convencionales. En 1996 se extendieron las acciones conjuntas en la ex Yugoslavia, el Medio Oriente y las minas antipersonales. Se designaron cuatro nuevas áreas de acciones conjuntas:
* Para la participación de la UE en la Organización para el Desarrollo de Energía de la Península de Corea;
* Para ayudar a la región de los grandes lagos africanos; para hacer frente a la Ley Helms-Burton; y
* Para hacer un seguimiento de las elecciones en Zaire en 1997.
De conformidad con el artículo 228 A del Tratado de la Unión Europea, la PESC puede valerse de las sanciones económicas como un instrumento de política exterior. En dicho artículo se decretan las sanciones necesarias para apoyar políticas comunes en Libia, Sudán, Haití y la ex Yugoslavia. Su puesta en práctica o su terminación requiere que se adopte una regulación -sin necesidad de que los estados miembros tomen medida alguna y que se publique en la serie "L" (legislación) del Diario Oficial de las Comunidades Europeas en la fecha establecida en la propia regulación.
Las declaraciones publicadas, las posiciones comunes y las acciones conjuntas que se toman vía la PESC no forman todavía parte de una política exterior única de la UE. De hecho, el fracaso de la UE para emitir una respuesta colectiva y con una sola voz frente a las crisis -tal y como se demostró durante el reciente conflicto greco-turco y en el Medio Oriente- deja una impresión más clara que cualquiera de las acciones exitosas que se hayan realizado a través de la PESC. Así, el mayor avance de la PESC consistiría en atender cuidadosamente los mecanismos para enfrentar las crisis.
En síntesis, los mayores obstáculos para lograr una PESC más eficiente y sólida provienen de los propios estados miembros, quienes desean mantener sus políticas exteriores individuales y su propio control para ejecutarlas. Paradójicamente, la mejor perspectiva de largo plazo para la PESC es reunir la experiencia de la política exterior y de defensa de los estados miembros y vincularla con la propia fortaleza de la UE. Mantener dos procesos de política separados (debido a que los miembros se niegan a ceder soberanía en política exterior) ha afectado la habilidad de la Unión Europea para hacer un uso más efectivo de su peso internacional y de los instrumentos a su alcance.
A pesar de ello, la UE es un actor internacional muy importante sin haberse convertido en un Estado-nación, es decir sin haber adoptado los rasgos del actor tradicional dentro de los enfoques clásicos de las relaciones internacionales. La razón de este estado de cosas es que el marco internacional dentro del que se mueve la Unión ha cambiado hasta incrementar su importancia relativa. La UE se halla en una posición especial, pues son las capacidades colectivas de sus quince estados miembros las que contribuyen a su peso internacional. En este sentido debe decirse que la Unión como tal carece de "reciprocidad" (fungibility), esto es que a pesar de que la fuerza de Los Quince contribuye a fortalecer a la propia UE, ésta carece de la habilidad para transformar y utilizar las capacidades de los estados miembros con el fin de ponerlos a su entera disposición sin perder eficacia.
2. LOS CAMBIOS DEL ESCENARIO INTERNACIONAL
El fin de la guerra fría plantea muchas preguntas acerca de la naturaleza del nuevo escenario internacional. Algunos analistas han sugerido que el sistema internacional se ha convertido en un estado de tripolaridad en el cual la confrontación económica sustituye a la política del poder como el nuevo principio ordenador de este sistema. Tales interpretaciones colocan a la Unión Europea como uno de los más importantes actores del sistema internacional del siglo XXI. De lo que se habla hoy no es de geopolítica sino de geoeconomía. Las herramientas del comercio remplazan a los instrumentos de la guerra como medidas de poder en el sistema internacional. Sin embargo, junto con estos cambios, los Estados-nación todavía permanecen como las únicas unidades de gobierno a lo largo y ancho de este sistema. De hecho, el periodo de la posguerra se ha caracterizado por el acelerado crecimiento en el número de Estados-nación que han ingresado a las Naciones Unidas.
En años recientes ha habido también un incremento sustancial en el regionalismo, junto con una proliferación de organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales que desempeñan gran diversidad de tareas. La UE, en cuanto manifestación del regionalismo en el sistema internacional, ha desarrollado ciertas instituciones de gobierno, aún incompletas, para ejercer el poder sobre los Estados-nación.
La expansión de la transnacionalización y la interdependencia y, más recientemente, la globalización, obligan a reflexionar sobre la vieja distinción entre lo nacional y lo internacional, así como sobre el control total de la soberanía por parte de los Estados-nación. El impacto de las presiones demográficas transnacionales y el cambio tecnológico y ambiental que las acompaña han planteado preguntas relevantes acerca del futuro del Estado-nación como forma de organización política, y han cuestionado su habilidad para enfrentarse a una nueva agenda de seguridad a partir de imperativos y retos globales. Aunque la importancia política de la geografía ha sido alterada por los avances en tecnología y comunicaciones, los cuales estrechan la distancia tecnológica, el influjo del medio ambiente inmediato sobre el ejercicio del poder y la conducción de la política exterior, o sea la geopolítica, sigue siendo alto. La geopolítica Contemporánea representa una encrucijada en la interrelación de la población, la economía y la tecnología (cuestiones de propiedad de los recursos y su localización) expresada en la forma de relación política entre los Estados-nación. Son estas capacidades con las que cuenta la Unión Europea y la distribución de las mismas en relación con otros estados lo que permite formular la pregunta acerca del equilibrio de poder en el sistema internacional contemporáneo.
3. LA IMPORTANCIA INTERNACIONAL DE LA UNION EUROPEA
La Unión Europea ha aumentado su importancia como fuerza principal en las relaciones internacionales, a tal grado que se ha planteado con frecuencia que hoy día es una de las potencias emergentes del sistema internacional.
Existen dos factores principales para considerar si la Unión Europea debe ser uno de los actores internacionales primordiales. En primer lugar está el milieu (medio), es decir los recursos geográficos, demográficos, económicos y tecnológicos de los 25 miembros de la UE y la forma en que éstos se pueden contrastar frente a los recursos disponibles de otros actores importantes del sistema internacional. En segundo lugar se encuentran los cambios en la estructura del sistema internacional, de particular relevancia para la Unión debido a la influencia sobre su medio. Entre éstos se encuentran la pérdida de importancia de la bipolaridad, la pérdida de poder relativo de Estados Unidos y su impacto internacional y en Europa. En tercer lugar debe considerarse la creación de una red de relaciones bilaterales entre la UE y otros estados y grupos regionales, la cual otorga a la diplomacia europea un sello distintivo propio que puede denominarse "democracia integradora". (integrative diplomacy)
4. EL MEDIO Y EL EQUILIBRIO DE PODER
La noción de equilibrio de poder tiene una historia larga y particular como un mecanismo para establecer diferencias entre sistemas internacionales. Durante el periodo de la guerra fría esta noción se volvió fundamental en las preocupaciones de los estudiosos, los políticos y los diplomáticos que participaban en las relaciones internacionales, y se discutieron tanto su esencia como su papel de guía directa para la formulación y ejecución de política. Como cabría esperar de un concepto cuyos orígenes se pueden rastrear desde Tucídides, la noción de equilibrio de poder ha generado varias interpretaciones. Entre otras definiciones, esta idea se ha utilizado para designar una política orientada al logro de ciertos objetivos, como el de una distribución relativamente equitativa de poder. El equilibrio del poder se ha presentado como un instrumento ordenador del sistema internacional contemporáneo.
En un intento por definir la polaridad del actual sistema internacional se ha vuelto un lugar común identificar un desfase entre el poder militar y el económico, junto a la difusión del poder mediante la transnacionalización y la interdependencia. El punto sobre el que los académicos tienden a discutir es el que plantea la pregunta ¿en qué medida estos dos últimos fenómenos han modificado la estructura del sistema internacional y el comportamiento del Estado? Existe un consenso acerca de que el sistema internacional ha dejado de ser bipolar, aunque su configuración presente todavía sea incierta. Luego de cincuenta años de guerra fría (y con la posibilidad de tener una visión general del periodo), existe la impresión de que aquella confrontación bipolar todavía no permite la conformación de un arreglo amplio y duradero de posguerra o un escenario internacional más fácil de entender.
Los más agudos especialistas en las relaciones internacionales de la posguerra fría no han visto esta situación como un regreso al futuro y continúa el debate sobre la estabilidad o la inestabilidad inherente a los sistemas internacionales bipolares o multipolares. Más bien el punto de vista que parece extenderse subraya que hoy día vivimos en medio de un nuevo concierto de grandes potencias que incluye a Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea, Japón y China. Sin embargo, como se explica posteriormente, cualquier analogía con el siglo XIX no es muy precisa, pues en primer lugar, existen profundas diferencias en las capacidades de aquellos Estados frente a los que conforman el sistema internacional de nuestros días; en segundo lugar, con el aumento en la regionalización y la institucionalización, rasgos esenciales del sistema internacional contemporáneo, la posición de los grandes poderes de hoy es completamente diferente. En tercer lugar, el amplio reconocimiento de la mezcla creciente entre lo interno y lo externo, debido a la interdependencia de los Estados-nación (comúnmente definida como globalización), ha suscitado nuevos cuestionamientos acerca de la viabilidad del poder del Estado en la arena internacional. Así, puede confundirse la preocupación acerca del "mundo de los estados" con la del "estado del mundo". En nuestros días parece ser un hecho el surgimiento de un sistema global "bifurcado" en el que un mundo centrado en el Estado coexiste, interactúa y compite con un mundo multicéntrico de actores transnacionales, nacionales y subnacionales Es la división del poder entre la UE y SUS Estados miembros y su relación de coexistencia lo que coloca a la Unión Europea simultáneamente dentro de estos dos mundos de la política posinternacional.
5. LA UNION EUROPEA Y EL MUNDO DE LOS ESTADOS
De particular importancia en el mundo de los Estados es el tema relativo al supuesto declive hegemónico del poderío estadounidense y sus consecuencias tanto para el orden mundial como para el funcionamiento de la economía internacional. Una preocupación por el surgimiento y la caída de las grandes potencias en el sistema mundial, en particular la relativa pérdida de poder de Estados Unidos como superpotencia, ha llamado la atención de forma considerable desde la publicación del famoso libro de Paul Kennedy en 1989. La relación entre la riqueza económica como fuente principal del poder militar -el cual es la mejor garantía para mantener e incrementar el poder económico-, por una parte, y la medición de la fuerza económica y militar de una nación en relación con las demás, por la otra, permite entender la forma en que se adquiere, se retiene y se pierde el estatus de gran potencia en el largo plazo. Realizar una cuidadosa evaluación durante un largo periodo resulta crucial para descubrir los patrones cambiantes en la distribución de las capacidades relativas de los Estados-nación. Para alcanzar los propósitos de este trabajo se pretende evaluar la identidad internacional contemporánea de la Unión Europea, lo que inevitablemente requiere de una caracterización precisa de sus capacidades actuales en relación con otras grandes potencias del sistema internacional.
Esta evaluación puede llevarse a cabo mediante el examen cuidadoso de los recursos del poder de que disponen las grandes potencias del sistema internacional. Entre las cinco principales entidades que concentran el poder económico y militar y que permiten hablar de un nuevo concierto de potencias en el sistema internacional de hoy, la única que no constituye un Estado-nación soberano es la Unión Europea. La UE lleva a cabo sus propios cálculos sobre sus capacidades frente a Japón y Estados Unidos mediante estudios comparados sobre una variedad de recursos -área geográfica, población, PIB y PIB per cápita-. En estas estadísticas también se han añadido estudios sobre China y Rusia.
Frente a la noción de "gran potencia" sería más apropiado considerar a estas entidades como potencias "importantes", si se atiende únicamente a la preponderancia de sus capacidades y recursos. Otra forma de medir la importancia del poder es considerar la pertenencia de un país a distintas organizaciones internacionales como reflejo de la capacidad de sus recursos y su influencia sobre ciertas áreas políticas y económicas del sistema internacional.
La pregunta que surge de la participación de la Unión Europea en tres organizaciones (la OCDE, las Naciones Unidas y el G-7) es qué tanto se traduce esta situación en una búsqueda consistente de los intereses de la propia Unión. Su participación en todas ellas permitiría pensar en un resultado ambivalente.
6. LA OCDE
La UE aporta dos tercios de los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Asimismo, la Comisión ha adquirido un estatus especial dentro de la OCDE, pues pese a no ser un miembro formal ni un observador, sí es un participante activo en los términos del artículo 13 de la Convención de la OCDE y del Protocolo Adicional Número Uno. La representación permanente de la Comisión Europea en esta organización, con rango de embajada, puede tratar asuntos de competencia de la Comunidad y temas en los cuales ha logrado un consenso interno. Los miembros de la UE contribuyen en su conjunto con 40% del presupuesto de la OCDE y actúan en forma conjunta dentro de esta organización. Recientemente los miembros europeos tuvieron un enfrentamiento directo con Estados Unidos sobre la candidatura para la Secretaría General de la OCDE.
La OCDE también se ha utilizado como un mecanismo mediante el cual se pueden llevar a cabo iniciativas de la Unión, por ejemplo la creación del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) Y, a su vez, la OCDE se ha servido de la UE para administrar el programa PHARE de ayuda a Polonia, Hungría, Bulgaria, la República Checa, la República Eslovaca, Rumania y la ex Yugoslavia. Los entonces doce miembros de la UE, la Comisión y el Banco Europeo de Inversiones otorgaron 51 % del capital para el BERD y se han encargado de 72 de las garantías y 50% de los préstamos otorgados por medio del programa PHARE.
7. LA ONU
Bajo la resolución 3208 (XXIV) de la Asamblea General del 11 de octubre de 1974, se invitó a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) a participar en las sesiones y a trabajar con esta Asamblea en calidad de observadora. En la lista diplomática de la ONU, la UE se encuentra representada por la cabeza de la delegación de la Comisión y por un representante permanente del país que ocupa la presidencia de la misma Unión Europea. Esta representación bicéfala es necesaria en la ONU para incluir tanto el trabajo de la Comunidad como el que tiene que ver con la PESC. La UE por sí sola o en combinación con alguno de los estados miembros se ha convertido en la única entidad firmante no estatal de más de 50 convenciones multilaterales y acuerdos de la ONU, incluyendo la Convención de Viena y el Protocolo de Montreal.
La Comisión de la entonces CEE designó una misión de observación oficial en Nueva York en 1976 y ésta quedó confirmada con un estatus diplomático oficial ordinario en una carta que el 4 de agosto de 1977 envió el secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger al comisionado europeo Soames.
La ONU ha servido como un foro en el cual la UE ha procurado desarrollar su diplomacia conjunta y, como ha subrayado Anthony Parsons, "[la ONU] adquiere gran valor como un lugar en el cual crear coaliciones multilaterales con el fin de lograr objetivos comunes de la Comunidad Europea en prácticamente todos los aspectos".
La UE trata de coordinar su trabajo y adoptar un punto de vista común antes de que se efectúen las reuniones de los países occidentales que operan con lobbies dentro de la Asamblea General, como los grupos Vinci y Barton. De acuerdo con la anterior Comisión de Relaciones Exteriores, el trabajo de la UE sobre la PESC en Nueva York y Ginebra es mucho más reactivo que en cualquier otra parte debido a que los miembros de la Unión responden a una agenda que ellos no elaboraron y para la cual no existe una conducción suficientemente clara por parte de una autoridad central.
Como consecuencia los estados miembros y la delegación de la Comisión se reúnen frecuentemente; hay reuniones semanales de embajadores, y cuando sesiona la Asamblea General, las reuniones son diarias. La UE también aprovecha la ocasión durante los actos de la ONU para llevar a cabo su diplomacia bilateral. La Asamblea General sirve así para que la UE trate de lograr una identidad internacional más definida. Las reuniones más recientes fueron aprovechadas por ella para llevar a cabo contactos diplomáticos entre los ministros del exterior del Grupo de Río y los del Consejo de Cooperación del Golfo.
La relación de los dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad con la Unión Europea ha cambiado con la entrada en vigor del tratado de la UE. La PESC ha establecido una serie de responsabilidades para los miembros de la UE, entre las que se señala que los estados miembros que también pertenezcan al Consejo de Seguridad de la ONU deberán concertar sus decisiones con los otros estados miembros y mantenerlos bien informados. Los estados europeos que pertenecen al Consejo de Seguridad en calidad de miembros permanentes deberán asegurar la defensa de las posiciones y de los intereses de la Unión en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de sus responsabilidades bajo las provisiones de la Carta de las Naciones Unidas.
El ex ministro de Asuntos Exteriores británico Douglas Hurd señala que esto representa un cambio sustancial, pues "bajo la PESC nos comprometemos a buscar un acuerdo sobre posiciones comunes y a cumplirlas en consecuencia. Este cambio es muy significativo: una vez que se acuerdan posiciones comunes y acciones conjuntas éstas se convierten en obligaciones legales internacionales".
Lo relativo al asunto de que Francia y Gran Bretaña deban renunciar a sus lugares en el Consejo de Seguridad en favor de una representación conjunta de la UE se ha discutido ya tanto en la Comisión como entre los estados miembros. Sin embargo, la parte medular del debate trata más bien sobre la posibilidad de aumentar el número de estados europeos en el Consejo de Seguridad, para lo cual Alemania se perfila como un nuevo miembro. La propuesta para crear un Consejo de Seguridad Económica dentro de la estructura de la ONU sólo serviría para reforzar más el papel de la UE dentro de la organización internacional.
El Consejo de Seguridad demuestra que la UE puede recibir mayores ventajas si no se convierte formalmente en un actor único dentro del sistema internacional.
8. LA UNIÓN EUROPEA EN LA POLÍTICA ECONÓMICA INTERNACIONAL
La cuestión de la hegemonía y el estatus del poder hegemónico en el sistema internacional se han relacionado con "la preponderancia de recursos materiales". Los elementos del poder hegemónico que se relacionan con la economía política mundial comprenden el control sobre las materias primas, los mercados y el capital, así como las ventajas competitivas en aquellos bienes especialmente valorados y que incluyen el uso de tecnologías nuevas y complejas. Con el poder que le da el control de los recursos, quien ejerce la hegemonía está en posición de elaborar y hacer cumplir las reglas de la economía política mundial. Como lo ilustramos anteriormente al contrastar la capacidad de recursos de las potencias importantes, Estados Unidos no disfruta de una preponderancia absoluta en cuanto a su capacidad de recursos, pero continúa siendo importante en todas las demás categorías. Se le percibe en una situación de relativa decadencia y es esto lo que ha abierto el debate acerca de la pérdida de su hegemonía. Dicho debate engloba tres áreas principales. En primer lugar está la forma en la que se ejerce dicha hegemonía, ya sea mediante el suministro de bienes públicos para la economía política internacional o por el hecho de moldear el sistema para su propia ventaja. Así, tenemos diversas formas de hegemonía: benigna, hegemonía mediante la coerción, y de explotación. En segundo término, la discusión procura aclarar si Estados Unidos ha perdido una posición de hegemonía previamente ejercida. Finalmente, el debate se centra en la cuestión de que si Estados Unidos está perdiendo su poder como creador de regímenes, ¿qué posibilidad tienen éstos de sobrevivir sin su apoyo?
Este análisis se concentra no en el debate acerca de la relativa pérdida de la posición hegemónica de Estados Unidos, sino en la posición de la Unión Europea respecto a otras grandes potencias entre las que Estados Unidos es la más importante. Este debate, enfocado en gran medida en torno a Estados Unidos, es interesante para discutir el papel internacional de la Unión Europea en cuanto a la idea de que el ejercicio del poder en otras áreas es más importante que la fuerza militar. De acuerdo con Joseph Nye, Estados Unidos está obligado al liderazgo, pues es el único Estado con la capacidad de ejercerlo en el plano mundial y generar la expectativa de que así lo hará fuera de la región geográfica a la que está circunscrito. Sin embargo, aunque la Unión Europea no puede reclamar para sí misma un papel geopolítico tan grande o incluso ser considerada un actor unificado en el sistema internacional, posee tanto la capacidad de recursos para ser una potencia importante como los instrumentos necesarios para lograrlo. La magnitud de la creciente influencia de la Unión Europea en relación con Estados Unidos se ilustra con los cambios en la economía política internacional.
La historia de la economía internacional de la posguerra no es sólo la historia de las economías industrializadas, de las relaciones entre ellas y su relativo éxito o fracaso en términos absolutos; también es la historia de las instituciones económicas internacionales y la administración económica internacional.
La historia de la economía mundial desde 1945 tiene que ver con la reconstrucción, la recuperación y el crecimiento, seguidos por una desaceleración económica y el surgimiento de severos problemas en muchas de las economías nacionales a fines de los setenta y principios de los ochenta. En el transcurso de las décadas de los sesenta y setenta, los aliados de Estados Unidos en la guerra fría, bajo su protección, disminuyeron su dependencia económica y, en términos generales, trataron de fortalecer su independencia. Al final de la guerra fría, algunos estudiosos y expertos han advertido que existe un cambio en los términos de poder económico que favorece cada vez más a la Unión Europea y a Japón, y sugieren que el siglo XXI estará marcado por una competencia económica "de poder a poder" con Estados Unidos. Analistas estadounidenses hicieron notar que en 1988 la producción combinada de los doce países de la Comunidad Europea y Japón era mayor que la de Estados Unidos en más de 950 000 millones de dólares. En 1960, en cambio, ni siquiera la igualaba.
La UE es actualmente líder del comercio mundial, del cual participa con 15% del total en comparación con 13.8% de Estados Unidos y 8.1 % de Japón. El comercio representa para la Unión Europea una mayor proporción del PIB que para Estados Unidos o Japón. Sin embargo, el porcentaje de participación de la UE en el total del comercio mundial ha caído, pues de representar 22% en 1958 pasó a sólo 15.6% en 1989.
A pesar de la relativa decadencia de la posición de Estados Unidos dentro de la economía mundial, las instituciones del orden económico de la posguerra -el FMI, el Banco Mundial y el GATT- se han mantenido en su lugar. La economía de Estados Unidos representó un papel central en el funcionamiento del sistema de Bretton Woods, con el dólar ligado al oro, y actuó como un numeraire en el sistema de tipos de cambio fijos; asimismo desempeñó una función muy importante como fuente de liquidez internacional. Bretton Woods creó dos regímenes: uno monetario y otro comercial. En contraste con el régimen monetario que era en gran medida bilateral, el régimen comercial era multilateral y el surgimiento de la Europa Occidental como un importante actor económico en el comercio se hizo manifiesto por medio del GATT.
9. LA UNIÓN EUROPEA Y EL COMERCIO MUNDIAL
Las facultades del Tratado de la Comunidad Europea permiten a la UE conducir los términos del comercio exterior en nombre de Los Quince con una sola voz. Tal como lo hizo notar la Organización Mundial de Comercio (OMC) en un informe reciente, "la Unión Europea está entre quienes marcan el paso en el sistema multilateral debido a su peso económico y a su dependencia del comercio exterior". La OMC fue más allá al sugerir que la política y el perfil de la Unión Europea en la esfera del comercio mundial sólo son comprensibles dentro del nuevo marco comercial global que la propia OMC ha defendido. El GATT estableció las bases del contexto dentro del que nació la Comunidad Europea, que por lo tanto es producto del multilateralismo. El compromiso con el multilateralismo está enclavado en la constitución bajo la cual opera actualmente la Unión Europea. Por ello, la UE se concibe a sí misma como promotora del multilateralismo, y mediante su propia diplomacia bilateral (que se detalla más adelante) procura promover la cada vez mayor institucionalización de los asuntos internacionales.
La posición de la Unión Europea como un importante actor del comercio internacional es reflejo de su destacada participación tanto en el GATT como recientemente en la OMC. Legalmente hablando, la Unión no era una parte signataria del GATT, aunque debido al artículo 113 del Tratado de la Comunidad Europea, que da a ésta la exclusiva competencia para las políticas comerciales, se ha convertido en una parte signataria de facto. Así, la Comisión ha sido la única instancia negociadora y portavoz en materia de comercio exterior de los países que la conforman desde que comenzó la Ronda Kennedy del GATT en 1964.
El sistema comercial multilateral coexiste con tres bloques comerciales emergentes centrados en torno a las regiones de Europa, el hemisferio occidental y el Pacífico. La Unión Europea también está involucrada en una relación comercial y de inversión tripartita con Estados Unidos y Japón, que opera tanto en forma bilateral como mediante la OMC. Mientras que el sistema GATT/OMC está fundamentado en los principios de naciones más favorecidas (NMF), los acuerdos regionales, como el caso de la Unión Europea al momento de su creación, son excepciones permitidas a las reglas del GATT, como las uniones aduanales, las áreas de libre comercio y los acuerdos interinos. Sin embargo estos acuerdos comerciales regionales no operan en forma similar. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a diferencia de la Unión Europea, no es una unión de sistemas aduanales y, por lo tanto, no establece un arancel externo común para los tres países signatarios (México, Canadá y Estados Unidos). A diferencia de la Unión Europea, no considera la integración regional ni crea instituciones supranacionales, sino que su creación sólo contribuye a fortalecer la posición de Estados Unidos frente a Japón y la Unión Europea.
Más allá del aspecto comercial, las relaciones entre la Unión Europea, Japón y Estados Unidos son muy diferentes. Estados Unidos es la relación "bilateral dominante" para la Unión Europea -lo que se detalla adelante-, mientras que la que existe entre Japón y la Unión Europea es una relación política relativamente subdesarrollada. Estados Unidos y Japón representan cerca de la cuarta parte del comercio total de la Unión Europea.
Las demás regiones y estados con los que la Unión Europea comercia tienen actualmente diferentes grados de relaciones comerciales preferenciales. Mientras que Estados Unidos y Japón disfrutan de un tratamiento de NMF en su comercio con la Unión Europea, otros países y regiones han establecido diversos tipos de vínculos con ella mediante varias formas de asociación y cooperación, las cuales han dado origen a una red de acuerdos comerciales que podrían incluso clasificarse como acuerdos cuasi preferenciales.
10. DIPLOMACIA INTEGRACIONISTA: LA RED DE RELACIONES
El desarrollo y la profundización del diálogo entre región y región de la entonces Comunidad Pre-Tratado de la Unión Europea proporcionaron las bases para caracterizar "una nueva identidad europea en el sistema internacional". Los análisis que se han ocupado del tema ilustran el incremento en la cobertura de la diplomacia de la Unión Europea en el tiempo, especialmente desde mediados y fines de la década de los ochenta. El grado de cobertura de las relaciones bilaterales llevadas a cabo por la Unión ha sido caracterizado por uno de sus ex directores de Relaciones Exteriores como "una red global de sociedades y responsabilidades".
La Unión ha creado una estructura para su política comercial basada en relaciones multilaterales, regionales y bilaterales. El contenido de las relaciones bilaterales se ha reformado y actualizado en el transcurso del tiempo a fin de incluir un diálogo político junto con los asuntos comerciales; dichas relaciones se agrupan en varias categorías: en primer lugar las conducidas colectivamente con socios industriales, mediante la OECI), el G-7 y el Grupo Cuadrilateral; y bilateralmente con Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia y Nueva Zelánda. En segundo término, las relaciones de la Unión Europea con los estados participantes en el Acuerdo de Libre Comercio Europeo (European Free Trade Agreement), mediante el Espacio Económico Europeo (European Economic Area), que comprende a Noruega, Liechtenstein, Islandia y Suiza. En tercer lugar están las relaciones con Europa Central y Europa del Este. Éstas se dividen en los acuerdos europeos con las repúblicas Checa y Eslovaca, Polonia, Hungría, Eslovenia, Rumania, Bulgaria y los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania, así como un acuerdo bilateral con Albania. Todos están incluidos en el programa PHARE. En cuarto lugar, las relaciones con Rusia y con la Comunidad de Estados Independientes mediante acuerdos de sociedad y de cooperación, el programa TACIS y la Carta Internacional de Energía. En quinto lugar, los vínculos con los países del Mediterráneo se establecen mediante una red de acuerdos de cooperación y asociación (excluyendo a Libia) y los acuerdos de asociación existentes con Turquía, Chipre y Malta, destinados a conducir a uniones aduanales. En sexto lugar, la Convención de Lomé reúne a la Unión Europea y a 70 Estados de áreas de África, el Caribe y el Pacífico. Y finalmente tenemos a la más amorfa agrupación de Estados de Asia y América Latina (ALA), que ya han firmado acuerdos bilaterales o son miembros de grupos regionales. La Unión tiene el deseo ferviente de presentar estas relaciones bien ordenadas y estructuradas esencialmente mediante sus esfuerzos de publicación.
CONCLUSIONES
El conflicto en los territorios de la ex Yugoslavia se ha utilizado para demostrar la falta de capacidad de la UE para enfrentar una situación semejante con sus propios recursos y esfuerzos, y para señalar los problemas de toma de decisiones en un sistema donde los Estados miembros son una fuente sustancial de influencia. La UE no está conforme con su participación y su desempeño en los conflictos de la región, pues se ha convertido en un actor secundario a partir de que la ONU intervino a finales de 1991. Existe una paradoja en el hecho de que, si bien la UE es el actor europeo más importante, ha sido marginado en lo que toca al manejo o resolución de los conflictos.
La crisis yugoslava ha dado una lección saludable para el desarrollo de la identidad internacional de la Unión y ha contribuido a estrechar la brecha entre la realización de las capacidades de la UE y las expectativas que generaba. Los instrumentos innovadores que la UE ha utilizado en la crisis yugoslava no han mitigado las críticas sobre su falta de acción y efectividad. En suma, todavía existe una brecha entre lo que se espera que pueda hacer la UE y su capacidad real. Se espera de ella, entre otras cosas, que pueda llevar a cabo acciones efectivas y utilizar medios que hasta ahora están al alcance de los Estados nacionales (a los que se les reserva el papel de actores principales de las relaciones internacionales). Esto, evidentemente, todavía no puede hacerlo.
El futuro de la PESC puede también mejorar si las expectativas disminuyen y se vuelven más realistas. En este sentido los países de Europa Central y del Este consideran que la OTAN es la mejor garantía para su seguridad militar y se interesan por ingresar en este organismo. Bajo los lineamientos de la PESC, la Unión ha tratado de trascender los lineamientos de la Comunidad en las acciones de grupo que ha llevado a cabo al procurar crear instrumentos específicos que sirvan para ejecutar acciones conjuntas particulares. Sin embargo, la falta de desarrollo relativo de la PESC no asegura la existencia de una combinación consistente en políticas a seguir por los futuros miembros.
La política exterior ha sido tradicionalmente un área de "alta política" y, como se puede advertir en la separación de las relaciones exteriores y la PESC, según lo señala el Tratado de la UE, no existe voluntad por parte de los Estados miembros para ceder el control directo sobre ella. La PESC ha operado por medio de la estructura existente de los ministerios del exterior y las embajadas de los estados miembros.
No obstante, al ser firmantes de los Tratados de Roma, los Estados europeos de la Comunidad han cedido la representación en los aspectos económicos a la UE. El proceso de la PESC ha pretendido trascender el ámbito de la fortaleza económica de la Comunidad para apoyar sus decisiones de política exterior mediante las acciones conjuntas. Como se ha expuesto, estas medidas no han sustituido las acciones y los esfuerzos de los Estados, sino que más bien han tomado como punto de partida para su ejecución la capacidad de éstos. La inclusión de participantes extra en el proceso asegura que habrá un cálculo cuidadoso de la política que refleje nuevas preocupaciones en el ámbito exterior.
La Unión Europea, sin embargo, puede ser considerada como una potencia dentro del sistema internacional tanto por las capacidades de sus Estados miembros como por las suyas propias. Más aún, su fortaleza económica y la red de relaciones que ha creado en la economía política internacional incluyen áreas que están experimentando cambios sustanciales como consecuencia de la pérdida del poder relativo de Estados Unidos. La importancia internacional de la UE no debe medirse en términos de los Estados-nación. Los recursos geográficos, demográficos, económicos y diplomáticos conjuntos de los Estados miembros dan a la Unión una identidad internacional importante. Esta identidad crece tanto por esta pérdida relativa de poder de Estados Unidos como por el fin de la guerra fría; sin embargo, la mayor estatura de la identidad internacional de la Unión no se debe sólo a los cambios en el contexto internacional.
La Unión Europea todavía confía en que su poder económico -base de su poder civil- tiene mayor relevancia que otro tipo de mecanismos (sobre todo militares) para lograr influir en el sistema internacional. En suma, aunque está desarrollando otras formas de poder, y la PESC es un ejemplo de ello, mantiene el deseo de actuar en forma más política que militar y no ha comenzado a comportarse como una superpotencia -esto es, como una entidad que, consciente del poder del que dispone, desea utilizarlo extensamente para lograr sus objetivos políticos.
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